A modo de presentación


La obra de Fernando de Villena es, ante todo, una lucha titánica contra el desgaste de las palabras, como si le hubiera sido dado conservar su legado contra el deterioro del tiempo y la proliferación de los nuevos bárbaros. Por otra parte, De Villena conecta con la tradición más renovadora de la literatura española, como la Generación del 98 y, más atrás, con el Modernismo, Romanticismo y Culteranismo. Pero, a la vez, es un autor profundamente imbuido de su tiempo, inserto en el más nuevo paradigma. (G. Morales)

Aunque muchos no lo saben y otros no quieren saberlo, el poeta granadino Fernando de Villena es el autor de uno de los ciclos poéticos más ambiciosos, inquietantes y verdaderamente renovadores de cuantos se han producido en la poesía española de las últimas décadas. Este hecho lo convierte en referente obligado para un entendimiento riguroso de la última poesía española y en modelo cierto de las nuevas generaciones, que ya lo siguen con pasión. (J.Lupiáñez)

CRÍTICAS



FIRMAS INVITADAS: FERNANDO DE VILLENA
Por GREGORIO MORALES

Presentación
La obra de Fernando de Villena es, ante todo, una lucha titánica contra el desgaste de las palabras, como si le hubiera sido dado conservar su legado contra el deterioro del tiempo y la proliferación de los nuevos bárbaros. Por otra parte, Fernando de Villena conecta con la tradición más renovadora de la literatura española, como la Generación del 98 y, más atrás, con el Modernismo, Romanticismo y Culteranismo. Pero, a la vez, es un autor profundamente imbuido de su tiempo, inserto en el más nuevo paradigma y, así, pertenece desde sus comienzos al Grupo de Estética Cuántica. En su última obra narrativa hasta el momento, El fantasma de la Academia (véase la crítica más abajo), explora con inteligencia y sensibilidad estos nuevos caminos. Por ello inicia con todo mérito nuestra relación de escritores invitados.

 CRÍTICAS
Sencillez y poesía
Gregorio Morales

La última entrega* de Fernando de Villena tiene toda la sencillez y el lirismo de un relato zen. Es una sucesión de estampas quintaesenciadas por el tiempo. Hay mucho en ellas de condensación azoriniana. El autor emplea los elementos estrictamente necesarios para la narración. Las elipsis se utilizan con pericia y contribuyen al mantenimiento de un suspense inteligentemente dosificado. El resultado es una novela que se lee con facilidad y placer.
                También, quizá por esa contigüidad con Azorín que hemos señalado, hay mucho en ella del espíritu del 98. El autor se lamenta por una España de espíritu cicatero, por la tristeza que, lejos del tópico folklorista, lo anega todo en ella. Imbuidos de este zafio espíritu, los mandos de la escuela militar donde se desarrolla la acción son de una mezquindad abrumadora, sin ningún rasgo de grandeza, mostrándose permanentemente como pancistas amargados. Y la vida de un centro que debería estar lleno de emociones resulta cansina, hasta el punto de que sólo merece leves y circunstanciales comentarios del autor. Los tipos desfilan ante nosotros como sombras chinescas. Sólo se destaca de la multitud el personaje del sacerdote, que a la vez es militar y afeminado; y el de Miranda, la hermosa hija del comandante.
                El fantasma de la Academia nos ofrece una crónica fiel de lo que ha sido la mili española hasta ahora: pérdida absoluta de tiempo, entrenamiento en lo gregario y demostración palmaria de la imposición de la fuerza sobre la razón. En una de las sabias digresiones que hace el narrador, se nos cuenta que entonces, en su juventud, le chocó este carácter mísero y acomodaticio, pero que después, a lo largo de su vida, lo ha encontrado por doquier. En efecto, este era el único mérito de nuestra mili: enseñar a refugiarse en la masa, a tirar la piedra y ocultar la mano, a ser servil con los superiores y energúmeno con los inferiores, a abominar de la originalidad y del talento... Alguna vez habrá que hacer un estudio de cómo una milicia obligatoria y con este “espíritu” ha influido en la sociedad española, ralentizándola, haciéndola cobarde y mendaz. Ojalá que las nuevas generaciones, que no tendrán que pasar por este cuello de botella, sigan amando la utopía y la singularidad hasta muy entradas ya en la vejez...
                Pero lo que es flagrante realidad, se vuelve fantasía al final de la obra. Se nota que, por encima de todo, el autor es poeta. Lo que se quita en verosimilitud se gana en lirismo y belleza. El final se nos aparece como un cuento fantástico entresacado de Las mil y una noches o de Los cuentos de la Alhambra. La realidad se conculca, pero gana el sentimiento, lo surreal, el descubrimiento.
                In tenebris Lux, reza la cartela del escudo de armas que descubre el protagonista y que es clave para el desenlace de la acción. Esta podría ser también la divisa de la obra: no hay tinieblas tan profundas en las que no lata un destello de luz. La ramplona y monótona Academia guarda en sus fauces un fabuloso tesoro. Lo mismo ocurre con el hombre: su inconsciente posee infinitas, portentosas riquezas; y esta novela podría ser interpretada como la búsqueda interior del sí-mismo (Self), algo que se ha vuelto vital para la literatura contemporánea. Y esto contribuye aún más a la belleza zen de la obra. Pues sabemos que el adepto a esta religión contempla todo el acaecer como una metáfora de cuanto está dentro de él. En este sentido, el comandante que arroja a nuestros dos protagonistas a las tinieblas, no es sino el representante de la sombra, el personaje de nuestros sueños que parece un malvado pero que posee cosas valiosísimas, como la clave de nuestra salud psíquica o la pertinencia de nuestras acciones.
                Así que, ya se tome literal o metafóricamente, El fantasma de la Academia es una pequeña joya que puede ser degustada tanto por adultos como por jóvenes, pues lo que nos inculca es el goce por la vida, por la aventura y el descubrimiento, invitándonos a abandonar la manida España que atrapa a los protagonistas, y que ha atrapado a tantas y tantas generaciones anteriores. Es el momento de cazar a ese fantasma para ser más libres, más originales, más genuinos. Veo en este novela, en resumidas cuentas, el comienzo de una esperanza colectiva que puede ser impulsada y llevada a cabo por una concepción más profunda y humana de la literatura.

*Fernando de Villena, El fantasma de la Academia, Granada, 1999, Port-Royal Literaria.

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